5 pueblos olvidados de México para revivir en Día de Muertos
Les llaman pueblos “fantasma” porque en algún momento tuvieron una época de resplandor. Hoy estos pueblos olvidados son bellos lugares turísticos.
Día de muertos es el pretexto perfecto para conocer lugares que tuvieron vida en otros tiempos, y que hoy lucen con encanto místico o fantasmal. Te retamos a recorrer cualquiera de estos pueblos sin que se te ponga la piel chinita.
Real de Catorce
Este pueblo mágico en San Luis Potosí forma parte de la reserva Wikiruta, que el pueblo huichol considera sagrada. Quizás sea por eso (y por los ecos que aún resuenan recordando la época de este pueblo minero), que Real de Catorce tiene un aire místico.
Se dice que al estar en medio del desierto, el pueblo es mágico y tiene poderes curativos; y muchos acuden en busca del sagrado peyote. Para entrar a su mundo “fantasmal” tienes que atravesar por el túnel de Ogarrio.
Una de sus festividades importantes es justamente el Día de Muertos. El 1 y 2 de noviembre el pueblo se congrega en el panteón para honrar el día de manera solemne y en silencio.
Real del Monte
No es un pueblo abandonado, pero la abundante neblina en el ambiente le aporta un toque enigmático. Real del Monte también fue un pueblo minero y de gran abundancia. Para muestra, las calles y casonas de estilo inglés que aún permanecen de pie.
En este pueblo mágico, se cuentan muchas leyendas de las minas, de ladrones, de amores prohibidos; pero sin duda, una de las creencias que se ha arraigado en los lugareños es la presencia de seres mágicos como duendes y hadas que, dicen, rondan el lugar.
Uno de sus atractivos es el panteón inglés, donde fueron sepultados los residentes ingleses que vivían en Real del Monte. Dicen que todas las tumbas “miran” hacia Inglaterra, excepto la del payaso Richard Bell, muy conocido en el Porfiriato, quien en algún momento sufrió el rechazo de sus connacionales.
San Juan Parangaricutiro
Un poblado del estado de Michoacán que quedó sepultado bajo la lava del Paricutín. Cuenta el pueblo de esta región que un día el cielo se puso gris y no hubo marcha atrás. Eran las exhumaciones volcánicas que fueron aumentando cada vez más, hasta que en 1942 el Paricutín hizo erupción.
Afortunadamente la población estuvo a salvo porque pudieron desalojar a tiempo sus casas. La lava sepultó el poblado y de él sólo queda el campanario de la iglesia. Hoy es posible visitar el lugar y observar el campanario de la vieja iglesia, como si estuviera cimentada en la lava petrificada.
Los lugareños formaron otro hogar, llamado Nuevo San Juan Parangaricutiro, desde donde comparten su historia y ofrecen recorridos hacia la iglesia, que es lo único que queda del antiguo pueblo enterrado bajo lava petrificada.
Mineral de Pozos
Se trata de un pueblo recuperado, pues aunque ha sido abandonado en dos ocasiones por sus habitantes, actualmente se está llenando de vida con hoteles y galerías de arte. Mineral de Pozos fue otro poblado minero, pero cuenta una leyenda que en la época cristera, el cura del pueblo fue asesinado, lo que originó una maldición que inundó las minas.
La belleza de este lugar fantasmagórico radica en que está situado en el semidesierto de Guanajuato y por las noches se pueden apreciar lluvias de estrellas en el cielo. Sus paisajes desolados han sido escenario de películas como Pedro Páramo.
En Mineral de Pozos se hace una auténtica fiesta el 1 y 2 de noviembre, cuando celebran su Festival Día de Muertos con concursos, obras teatrales, música y un recorrido al panteón local.
Ojuela
Ojuela fue un poblado ubicado en Durango, enclavado entre dos grandes cerros. Durante la época colonial se extrajeron oro, plata y zinc de sus minas. Y fue tal la prosperidad que construyeron un hermoso puente colgante inspirado en el Golden Gate de San Francisco.
Pero un día, una tormenta inundó la mina y con ello toda prosperidad del pueblo. Hoy sólo existen los vestigios de las calles, las tiendas, los cines y hasta albercas que se encontraban en ese lugar. Para llegar a Ojuela hay que contratar un tour en el pueblo mágico de Mapimí.