King Crimson: la maquinaria perfecta para explotar cabezas
Así vivimos la primera de las cuatro noches de King Crimson en CDMX, como parte de la gira de celebración por 50 años de trayectoria musical
Fuimos testigos de la primera de cuatro presentaciones de King Crimson en Ciudad de México y te contamos qué tal se puso el festejo por los 50 años de trayectoria musical de la banda de rock progresivo. Un show que fue de menos a más y terminó por volarnos la cabeza.
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Si pudiéramos comparar a King Crimson con un objeto, sería, nada más y nada menos que un reloj y uno suizo, el más preciso.
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Hace un par de años, muchos tuvimos el primer contacto con el Rey Carmesí en vivo, antes, la espera fue de una década y un lustro. Ahora, han vuelto y no fue en vano, contemplar a la banda pionera del rock progresivo será siempre una experiencia inolvidable. Además, están cumpliendo 50 años, nada más y nada menos.
No te permiten utilizar celulares durante el show y con justa razón, tu atención debe estar al frente, en cada movimiento, en cada mirada y acción de los siete músicos en el escenario.
Arrancaron a las 20:30 horas, sin reparos, sin un “hola”, es más, no dirigieron palabra alguna y no la necesitaron; su música no podría ser más expresiva. Está tan repleta de emociones y armonías que después de cada canción, venía una ovación de pie y lo único que hacían los comandados por Robert Fripp era seguir tocando.
Hay bandas que no pueden coordinar un bajo y una batería, ellos lo hacen con tres maestros en las percusiones. Pat Mastelotto en una y llevando la batuta, seguido de Jeremy Stacey que realizó labores en los teclados tras la ausencia de Bil Rieflin y al final de la línea, Gavin Harrison, el más joven pero no menos potente en una sinergia y presencia sin igual.
La danza de las baterías y percusiones que llevaban tu mirada de un lado a otro, estaban respaldadas por cuatro ángeles del Apocalipsis en la parte superior de la tarima. De izquierda a derecha: Mel Collins en los metales (quien en “Larks’ Tongues in Aspic Part One” hizo un guiño al himno nacional mexicano), Tony Levin, en los coros, el bajo y el chapman stick (magistral como siempre), Jakko Jakszyk en la voz y la guitarra y por supuesto, Robert Fripp que dirigía todo al compás de una guitarra majestuosa y un mellotron ensordecedor.
Fueron 10 canciones hasta el intermedio, temas que iban de menos a más y al revés. Pasamos de “Red” a “Epitaph” de “One More Red Nightmare” a “Indiscipline“, irreal. Al llegar el descanso (absolutamente necesario para los músicos y los escuchas) esos 15 minutos no fueron suficientes para asimilar lo que escuchábamos, pero sí para estar deseosos de más.
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Regresamos al viaje con “Drumzilla” y “Radical Action III” después de cada canción que era como una caricia la oído y una revolcada a la cabeza, el público no podía hacer más que levantarse de sus lugares y agradecer lo vivido.
Comenzó el aterrizaje, la premonición del final, “Islands“, “Easy Money” y “Starless” una pieza magistral que además de explotar cabezas, llenó a los asistentes de un júbilo inminente.
El reloj inglés se detuvo con “The Court of the Crimson King“, fue abrupto, la manecilla llegó a su punto y el final sólo dejó a los presentes con ganas de más, pero satisfechos con lo que King Crimson había demostrado una vez más, son una experiencia única, irreemplazable y que esperamos se haga costumbre escuchar en la CDMX.
Aún faltan tres fechas y seguramente, muchos pensarán igual.