Anatol Restaurante dentro del hotel Las Alcobas Polanco

La esquina de Masaryk con Anatole France posee un carácter fronterizo: aquí confluyen la sofisticación que caracteriza a la vialidad emblemática de Polanco, y la atmósfera casual, y hasta bohemia, de “Polanquito”, que corre en dirección al Parque Lincoln.
Justo aquí reabrió el restaurante del hotel boutique Las Alcobas, que antaño operó con el nombre de Nemi, ahora con un renovado concepto y denominación: Anatol. 

A diferencia de los espacios cerrados de su antecesor, en Anatol, uno puede apreciar desde la calle el luminoso interior del establecimiento a través de los amplios ventanales habilitados que incorporan el ambiente del restaurante al del propio barrio.

La calidad está en los detalles en Anatol

La decoración y mobiliario proyectan una calidez que invita a pasar y disfrutar de una carta de alimentos de apariencia sencilla, que en realidad concentra su atención en la calidad de los productos que utiliza. Sin ostentarse como una propuesta “orgánica” ni “mexicana”, la cocina de Anatol a cargo del chef ejecutivo Justin Ermini –esposo de la chef repostera del lugar, Mayra Victoria– ofrece una sopa de frijol chiapaneco aderezada con semillas de jitomate y un toque de foie gras que intensifica su sabor.

Y el menú...

Puede antecederse con una entrada de láminas de atún aleta amarilla de Ensenada, que renuevan su gusto y consistencia al servirse mezcladas con papa cambray, tomate cherry, ejotes y, sobre todo, el huevo de codorniz con el que se sirve mezclado. No tienen empacho en incluir un apartado de flatbreads –variante de pizza de forma rectangular– y una hamburguesa de la casa en las opciones de plato fuerte, esta última preparada con queso idiazabal de producción nacional, relish de piquillos, alioli –en sustitución de la catsup y la mayonesa– y un toque de parmesano en las papas a la francesa que la acompañan.

La genialidad está en el servicio

Su servicio merece mención aparte: al estar concebido dentro de los estándares de un hotel boutique, enfocado al turismo extranjero y hombres de negocios de alto nivel, los comensales también disfrutan de una esmerada atención, sin llegar a ser excesivamente formal, ni mucho menos “estirada”. Este delicado equilibrio es uno de los atractivos de “la frontera” que, por demás, se agradece.