Una de las calles menos transitadas de la Roma esconde uno de los grandes secretos de la comida italiana en nuestra ciudad.
Caminar por Chihuahua, la calle paralela a Álvaro Obregón, es encontrarse todavía con el viejo sabor de la colonia Roma del siglo XX. Ahí, con un puerta aquamarina de madera, se encuentra la sucursal más céntrica de Farina, perteneciente a un grupo gastronómico enfocado en la comida italiana.
Con una barra en madera del lado derecho (sus Aperol Spritz son una obligación moral), el horno de piedra en la parte posterior, y un pequeño patio privado, por momentos uno se olvida de que está en uno de los barrios más conglomerados de la ciudad.
Ya instalado en tu mesa, el festín puede comenzar con una burrata con jitomatitos a la leña: la consistencia cremosa del queso se funde con el calor de los tomates para crear una sensación única.
La cocina de Paola Garduño, la chef de la casa, es clásica de la península itálica, y prepara canelones, lasaña y risotto, como también filete de róbalo, salmón a la leña y un enorme corte de tagliata.
Sin embargo, no puedes ir a Farina sin probar sus pizzas, la verdadera joya de la corona del restaurante. Sus ingredientes son abundantes desde la orilla de la masa (delgada, como debe ser) y tiene desde las clásicas: margarita, burrata, prosciutto con arúgula o pepperoni —todas con salsa roja— o creaciones especiales de portobello, mozzarella, chile cuaresmeño y espinaca; cuatro quesos (asiago, gorgonzola, mozzarella y fontina) o la gran ganadora: pizza de aguacate (radicchio, ricotta, queso de cabra y balsámico dulce). Sea cual sea tu elección, saldrás ganando.
Sus platillos sin carne pecan de deliciosos. Nuestras opciones favoritas son la coliflor rostizada con ajos confitados y vinagre; berenjena a la parmesana; corazón de alcachofa a la leña y el carpaccio de portobello confitado.