La Coyoacana, una de las cantinas familiares por tradición

El reto parecía desmesurado pero los años pasan para reafirmar que La Coyoacana lo superó con éxito: ser la digna heredera de La Guadalupana cuyo espacio ocupa, y donde mantiene la fama cantinera del barrio, más allá de la nieves y esquites.
Tan sólo caminar hacia su entrada en la calle de Higuera ya implica un viaje en el tiempo, cuando Coyoacán era un apacible suburbio de la capital, en donde sus habitantes acudían a disfrutar de su aire pueblerino que todavía preserva. Su decoración es como las cantinas de antaño, con la barra de madera oscura a la entrada y los motivos taurinos -cabezas disecadas de astados incluidas- como decorados en sus paredes.

En este escenario se integran los elementos de la modernidad, como la mujer a cargo de despachar los tragos en la barra, y los jóvenes entremezclados con los demás parroquianos de edades similares a sus padres y abuelos, enfrascados en animadas partidas de dominó, mientras un trío musical transita entre las mesas dispuesto a satisfacer las peticiones, festivas o nostálgicas, de todos los presentes.
Comida de rancho con un buen tequila
La charla estimula la sed y el apetito (¿o es al revés?) de la clientela, atendidos por los meseros ataviados con chaleco y corbata que, incansables, atienden las peticiones del respetable: por aquí, una ronda de cervezas, con un molcajete de arrachera, chamorro, pollo y rib eye; por allá, un tequila y plato de cerdo en verdolagas, para saciar un antojo más casero.
Desde hace tiempo, los encargados ampliaron el local con una terraza interior con techo de grava, para quienes gusten tomarse un trago con el cielo sobre su cabeza; incluso, aquí llegan a instalar los domingos una parrilla, para preparar cortes al carbón.