Niddo: Comfort food con raíces familiares en la Juárez

Érase una vez madre e hijo viajando por el mundo. Ambos disfrutaban los viajes, la buena comida y la sencillez de una rica copa de vino. Se puede decir que eran bon vivants, les gustaba aprender de los ingredientes sin escatimar en la calidad. Buscaban siempre los mejores spots y a veces, incluso, se metían a preguntar por los procesos a la cocina.
La mamá se llamaba Karen Drijanski, era una cocinera con años de experiencia. Le encantaba apapachar a la gente a través de su comida. Tenía una personalidad cálida y chispeante, rizos juguetones y una sonrisa que encanta. Un día cumplió 50 años y se fue de viaje a Tokio con Eduardo, uno de sus tres hijos. En un pequeño café, luego de un gran recorrido y mucho arroz y comida oriental, Karen le dijo a su hijo que había tomado la decisión de su vida: abrir su propio negocio. Los astros se alinearon y su hijo Eduardo se sumó emocionado a este proyecto.
Una noche Karen y Eduardo hicieron una cena con su amigo Mauricio. Él siempre había soñado con tener un proyecto gastronómico lleno de amor y cariño. Copas por aquí, ideas por allá, la casa estaba llena de calor y de risas. Todos estaban emocionados por la nueva idea de Karen y la naturalidad con la que Eduardo y Mauricio la apoyaron para volver realidad ese sueño. Un poco de broma, un poco en serio, se pusieron a jugar naming, para encontrar el nombre del nuevo bebé que todos crearían. De pronto, Karen se iluminó de pies a cabeza y lo dijo:
-¡Niddo, que se llame Niddo! Piénsenlo, uno siempre vuelve al nido para sentirse en casa y querido.
Niddo, el proyecto gastronómico que te hace volver a casa
Fue así como el cuento se instaló en México, en una esquina de la colonia Juárez. Entre el barullo de la Zona Rosa y Paseo de la Reforma, decidieron que en Dresde 2 pondrían Niddo, pues era un lugar protegido en medio del caos de la gran ciudad.
Las premisas eran: un lugar con alma, que rompiera con el concepto de un restaurante convencional y que ofreciera una cocina abierta donde la acción estuviera a la vista y las conversaciones fluyeran entre comelones y cocineros.
La cocina abierta y el ambiente hogareño son los principales protagonistas de este lugar
El servicio es relajado y —lo más importante— hay comida rica, comfort food, dirían algunos.
En la mañana pide un café chiapaneco o una golden milk, un cassoulet (un platillo del sur de Francia que lleva alubias, frijoles y algún guiso animal), un shakshuka (huevos escalfados en salsa de tomates, chiles y cebolla originarios del Medio Oriente), o unos pancakes. A mediodía no dejes escapar el mejor grilled cheese de la ciudad, acompañado de una ensalada crujiente, o bien prueba los fish cakes con alioli casero, una delicia esponjosa y bien sazonada y, si vas en equipo, haz un volado para que también pidan el mac & cheese y lo compartan entre todos.
Grilled cheese y ensalada crujiente, un platillo que gusta a todos
Para beber encontrarás té, jugos, tés mexicanos y una selección de vinos y cervezas.
Y guarda espacio para el babka, el pan que es especialidad de la casa y retoma las raíces judías de la familia.