Pujol celebra Día de Muertos con una instalación que transforma la muerte en renovación
El icónico restaurante del chef Enrique Olvera rindió homenaje a la cosmovisión mesoamericana con una instalación de la artista Julieta Gil.
Este año, Pujol celebró el Día de Muertos con una propuesta que trascendió lo culinario para adentrarse en lo simbólico y lo espiritual. En colaboración con la artista Julieta Gil, el restaurante presentó una instalación efímera inspirada en la cosmovisión mesoamericana, donde la muerte fue reinterpretada no como un final, sino como un proceso continuo de transformación y renovación.
El altar, concebido especialmente para el espacio, rindió homenaje a las palmeras que alguna vez definieron la modernidad urbana de la Ciudad de México y que hoy, al desaparecer, simbolizan el cierre de un ciclo y el inicio de otro. Así, entre aromas, luz tenue y materiales que nacen y se desintegran, la obra invitó a reflexionar sobre la impermanencia y el eterno retorno del tiempo.


Una ofrenda llena de símbolos
Dividida en tres niveles que representaban los planos del universo terrestre, inframundo y celeste, la instalación incorporó símbolos esenciales de la espiritualidad mesoamericana: los destinos del alma tras la muerte (Mictlán, Tlalocan y Omeyocan) y las entidades anímicas que conforman al ser humano: Tonalli, Teyollia e Ihiyotl. Hecha con pulpa de papel, cera y aluminio, materiales que evocan el ciclo vital de nacimiento, transformación y desintegración, la pieza convirtió la muerte en tránsito: una oportunidad para reimaginar el tiempo como algo que nunca termina, sino que se reinventa.
Cuándo puedes visitarla
Durante tres días —del 30 de octubre al 1 de noviembre— los visitantes pudieron recorrer el altar y disfrutar de tamales y atole, en un ambiente íntimo que unía arte, gastronomía y memoria colectiva. Más que una ofrenda, fue una experiencia sensorial y espiritual que conectó lo ancestral con lo contemporáneo.
Con esta propuesta, Pujol reafirmó su compromiso con la cultura mexicana y la reflexión sobre nuestras raíces, más allá de la mesa. En manos de Julieta Gil, el Día de Muertos se transformó en un ritual de contemplación: un recordatorio de que, como el tiempo, la vida también se renueva una y otra vez.
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