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Atrévete a ser minero por unas horas

Por: Dónde Ir 25 Feb 2019
Atrévete a ser minero por unas horas

Cuenta Don Héctor Montes, dueño de la mina El Redentor, que el ópalo apareció en Tequisquiapan “por casualidad”. Unos carboneros que intercambiaban su producto en la plaza central lo traían junto con su carbón, pero ignoraban que era valioso. A un alemán le llamó la atención, adquirió las piedras y se las llevó para a estudiarlas, luego regresó, contrató a los carboneros y les enseño a excavar las minas para obtener el ópalo, piedra preciosa que se valúa en 3 mil pesos el kilate.


Cuenta Don Héctor Montes, dueño de la mina El Redentor, que el ópalo apareció en Tequisquiapan “por casualidad”. Unos carboneros que intercambiaban su producto en la plaza central lo traían junto con su carbón, pero ignoraban que era valioso. A un alemán le llamó la atención, adquirió las piedras y se las llevó para a estudiarlas, luego regresó, contrató a los carboneros y les enseño a excavar las minas para obtener el ópalo, piedra preciosa que se valúa en 3 mil pesos el kilate.

Fue así como La Trinidad se convirtió en un pueblo minero y sus frutos se ramificaron en Tequisquiapan, pueblo mágico localizado a 8 km y al resto de las comunidades cercanas. Parece que algunos ya lo olvidaron, de ahí que cuando se habla de Tequis, la gente piensa en queso y vino, pero las minas datan de fechas previas a la Revolución.

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Cuando supimos que íbamos a las minas nos imaginábamos tal cual como los siete enanitos con nuestro casco, nuestra respectiva lamparita redonda, el pico y un carrito para ahí poner nuestras piedras, bueno hasta comencé a cantar en mi cabeza “cavar, cavar, cavar y no menoscabar…” pero la realidad era completamente diferente. Fernando Montes, hijo de Don Héctor, pasó a recogernos a nuestro hotel, de ahí nos llevó a la casa taller de su padre donde nos esperaban camiones para subir a lo alto del cerro del Redentor. A largo del camino, que dura cerca de 20 minutos, nos acompañó Yuma, un perro que corría feliz detrás del vehículo.  Después de un largo paraje de vegetación desértica por un lado y por el otro con una vista envidiable del valle, visualizamos, en medio de la montaña, una cueva que emergía brillante e imponente entre la fina cantera roja y rosada.

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Fotografías: Paulo Vidales

Al llegar descubrimos que los mineros del ópalo trabajan al rayo del sol pues deben elegir las piedras más porosas y con brillos para picarlas e investigar si dentro existe un ópalo y de ser así calificar su transparencia, color y brillo observando como refleja la luz solar.  La mina, que ha sido trabajada desde hace 140 años, tiene una belleza indescriptible. El rojo y rosa de la cantera -que por cierto significa río de piedra- contrasta con la vegetación del cerro en el que sobresalen cactús diversos.

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Francisco, uno de los guías, nos explicó el proceso de formación de los ópalos: “el cerro del Redentor fue en algún momento un domo volcánico bajo el cual había ríos de lava subterráneos. El agua de la lluvia que se filtraba por las piedras al entrar en contacto con la lava produjo un choque térmico; el agua absorbió sales minerales y se quedó dentro de los huecos.  Las sales se convirtieron en sílice y posteriormente al emanar los vapores de las altas temperaturas, el sílice se disolvió formando un gel que se solidificó y transformó en ópalo. Aproximadamente se requieren entre 7 y 9 millones de años para que una gotita de agua se cristalice.”

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Los ópalos están compuestos de silicio, hidrógeno, nitrógeno, agua cristalizada, zinc, hierro, manganesio y tierra. En el interior de la mina, nos invitaron a tomar fotos con nuestros celulares, usando el flash, para ver las burbujas denominadas orbs que emiten las rocas. Salimos, recogimos nuestros martillos e iniciamos nuestra faena picando piedras en busca de ópalos. No era una tarea sencilla. Había que ser hábiles para elegir la piedra, tener fuerza y buena puntería para golpearla, suerte para encontrar el ópalo y paciencia, mucha paciencia para repetir el proceso.

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La experiencia resultó por demás seductora, nadie quiso regresar al camión, como lo puntualizó una turista, sin el ópalo del honor, así a medio día, con el calor a todo lo que daba no había más que picar y picar.  “–¿Esto qué es? –” preguntábamos muy emocionados. –Ah, es un cuarzo–, nos respondían.  Sí, eso era lo que comúnmente encontrábamos.

Extracción y pulido del ópalo

No quisimos darnos por vencidos. Regresamos hasta que cada uno de los miembros del camión había encontrado sus piedras: ópalos rojos, naranjas y hasta arcoíris. Por supuesto bajamos sintiendo que teníamos un gran tesoro en nuestras manos. Ya en el taller, Don Héctor, dueño de la mina que data de 1852 -cuando aún era carbonera-, revisó nuestros hallazgos y constató que eran piezas demasiado pequeñas y por supuesto poco valiosas. “Encontrar un ópalo no es sencillo”, nos explicó.

Después nos enseñó el proceso de extracción. Primero corta la cantera hasta llegar a la piedra, luego la esmerila para darle forma y de ahí la pega a un palito con lacre para lijarla y finalmente pulirla con una piel de res. Una vez terminadas las piezas se pueden utilizar para crear aretes, dijes, anillos u objetos ornamentales. Cuenta Don Héctor, quien lleva 58 años trabajando el ópalo, que el valor de la piedra depende del tamaño y la transparencia: “el más grande es del tamaño de un limón y se encuentra en el Museo de Nueva York.”

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Don Héctor afirma que aún vive en Tequisquiapan un alemán que se dedica a comprar ópalos: “pero los quiere grandes, de 50 mil pesos para arriba”.  Con mucho orgullo sacó de su cartera un ejemplar de cada variación: arcoíris, fuego, pavo real, arlequín, de bandera y de lluvia. Eran poco más grandes que un frijol y su valor oscilaba en los 5 mil pesos. Pudimos apreciar su particularidad y belleza. Después nos dirigimos hacia la tienda en la que se ofrecen desde ópalos aún incrustados en la cantera, hasta joyería muy sofisticada cuyo montaje es trabajado por los hermanos y sobrinos de Don Héctor.  Admiré la belleza de cada pieza, misma que ha llamado la atención hasta de los japoneses quienes compran diversos objetos para obsequiarlos a sus empleados.  Pensé en el trabajo tan arduo que se requiere para tener entre nuestras manos cada una de esas piedras pues, según nos contaban, a veces pueden pasar días enteros sin encontrar un pequeño ópalo. Jamás volveré a ver estas joyas sin reconocer toda la pasión que resguardan, imagino la esperanza de cada minero confiando en que ese día si encontrarán su ansiado tesoro y entonces me parece que son como un amuleto de la suerte.

Un refrescante chapuzón

Resulta imperdonable visitar Tequisquiapan “lugar de aguas y tequesquites” sin visitar alguno de sus balnearios. Decidimos que, después del rudo trabajo en la mina, bien valía la pena un chapuzón, así es que fuimos a uno de los parques acuáticos más antiguos de Tequis, Quijada Splash, antes conocido como El Oasis. El balneario tiene más de 40 años y ofrece La tierra de la fantasía, creada por una de sus fundadores el Ingeniero Enrique Quijada, donde convergen toboganes, cascadas, una gruta y un chapoteadero imitando un cenote. El resto de las atracciones incluyen tres toboganes, cinco albercas de aguas termales, entre ellas una olímpica, otra de olas y la zona infantil. También hay una tirolesa acuática y zonas para acampar.

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Tour Minas de Ópalo Fernando Montes 414 231 9036.
http://www.tequisquiapan.com.mx/Turismo,78_22 LDG Agustín Ochoa

Tips para llegar a Tequisquiapan:

1. Si viajas desde el sur de CDMX hacia Querétaro puedes atravesar toda la Ciudad en tan solo 25 minutos utilzando la Autopista Urbana Norte de OHL México, que va desde el Eje 5 San Antonio hasta lo que era el Toreo.

2. Después continúa por el Viaducto Elevado Bicentenario tambien de OHL México y sigue por periférico, hasta la carretera México-Querétaro. Con nada más tomar este tramo, -el cual te conecta de manera rápida y eficiente, y es la forma más segura para llegar a tu destino-, te asombrarás todo el tiempo que puedes ahorrar en el camino.

3. Continúa por Tepeji de Ocampo-Tuxpan luego sigue los señalamientos hacia Tequisquiapan. Disfruta de tu viaje.

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¡Para de sufrir y usa un TAG!

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