El otoño transforma Japón en un lienzo dorado y ámbar. Entre senderos de arces, templos históricos y baños termales al aire libre
En Nikko, el Santuario Toshogu, Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, se rodea de bosques de arce y aire de montaña sereno. Más al interior, Kamikochi en Nagano ofrece un valle alpino ideal para caminatas suaves junto al río Azusa, con vistas panorámicas de picos nevados y alerces dorados.
Ambos destinos son perfectos para reconectar con la naturaleza y contemplar el otoño en silencio y asombro.
A partir de finales de octubre, el jardín botánico Nabana no Sato en Mie se convierte en un espectáculo nocturno.
Millones de luces LED, un túnel luminoso de 200 metros y exhibiciones inspiradas en paisajes japoneses crean una experiencia mágica, ideal para familias y parejas. Un plan que combina naturaleza, arte y tecnología a pocos pasos de Nagoya.
La ruta Nakasendo conectaba Kioto y Tokio en el período Edo. Hoy, entre Magome y Tsumago, puedes recorrer pueblos de posta, bosques de bambú y suaves colinas montañosas.
Hospedarse en un ryokan tradicional, disfrutar de la cocina local y caminar sin prisa convierte este recorrido en una inmersión auténtica en el Japón rural.
Kurashiki, en Okayama, es un secreto bien guardado: casas de comerciantes preservadas, canales bordeados de sauces y un aire histórico que se vuelve aún más encantador en otoño.
Sube al Santuario Achi en el Monte Tsurugata para vistas panorámicas o recorre el Barrio Histórico de Bikan, donde los colores otoñales se reflejan en el agua.
En Kioto, los templos y jardines de Gion y Kodaiji invitan a participar en ceremonias de té donde cada detalle refleja la estación: desde el cuenco de cerámica hasta los wagashi decorados con hojas de arce, castañas y patrones que evocan el viento otoñal.
Una experiencia sensorial que conecta cuerpo y espíritu con el momento presente.
El Tren Escénico Sagano, en las afueras de Kioto, recorre el río Hozugawa con vistas de bosques teñidos de otoño. Otros itinerarios incluyen el Ferrocarril del Desfiladero de Kurobe, en Toyama, y la Línea Gono, en Tohoku, que bordea la costa del Mar de Japón.
Cada viaje es un momento para relajarse, contemplar y absorber la magia de la temporada.
Bañarse en un onsen al aire libre mientras las hojas rojas caen alrededor es una de las experiencias más reconfortantes del otoño japonés. Nyuto Onsen, en Akita, Kusatsu Onsen, en Gunma, y Hakone, cerca de Tokio, combinan aguas termales con paisajes que invitan a la calma y al descanso.
Más allá de los paisajes, el otoño japoés es un viaje sensorial: aromas, colores, sabores y sonidos que invitan a detenerse, observar y disfrutar cada instante. Desde caminatas tranquilas hasta ceremonias ancestrales, cada experiencia deja una huella que va más allá de lo visual.